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¿Cómo te sientes?


"Lo que una persona realmente siente es su cuerpo"; esta es una frase de Lowen que me quedó dando vuelta.

Parece una frase obvia pero no lo es. Simplemente porque no deja de ser interesante descubrir que sentimos con el cuerpo, que sentimos el cuerpo. Eso es lo que me despierta Lowen: la idea de que siempre sentimos el cuerpo. La angustia, la alegría, el entusiasmo, el cansancio, la calentura, la inseguridad, el desprecio, la tranquilidad; cada una tiene sensaciones corporales que nos permiten identificarlas. Antes no estaba tan atenta a eso. Ahora, cada que me acuerdo, observo las sensaciones cotidianas en actividades donde antes mi cuerpo estaba en segundo plano. En mi reacción (diminuta pero distintiva) ante la necesidad de elegir por dónde caminar a mi casa, o en mi sensación ante las palabras que alguien dice o ante mi manera de trabajar frente a la compu.

Ahora mismo, por ejemplo, siento que las palabras fluyen a través de mis dedos y que mis dedos disfrutan la presión que tienen que hacer sobre las teclas, es lindo el ritmo que se arma con cada golpe. Pero cuando comencé a escribir estaba preocupada por no saber cómo articular esto que quería transmitir. La preocupación estaba acompañada de una sensación corporal clara, con la respiración más cortita y las piernas que no encontraban cómo ponerse cómodas. Las cosas cambian y no queda claro si mi cuerpo se relajó porque yo estaba más tranquila o si yo me tranquilicé porque el cuerpo se relajó.

Las sensaciones están presentes todo el tiempo, claro. La vida transcurre en este eterno sentir porque estamos hechos de materia sensible. Pero lo que más me gusta de poder estar atenta es reconocer que la división entre lo que pienso y lo que siento es ficticia. Cuando presto atención a la sensación en conjunto con el pensamiento veo que van de la mano. Pensar y sentir se retroalimentan constante y perfectamente: pensamos lo que sentimos y sentimos lo que pensamos.

Este proceso muchas veces es automático y se hace a gran velocidad. El automatismo, por su parte, es útil en momentos de riesgo vital pero en otras situaciones resulta obsoleto. Un ejemplo es que a veces nos enganchamos pensando cosas que no existen (que son suposiciones) y el cuerpo reacciona frente a esas suposiciones creando estados que no responden a la sensación del cuerpo sino a lo que se está pensando. El cuerpo nos ancla al ahora como ninguna otra cosa puede hacerlo, su realidad animal, material y finita nos conecta con lo único que somos, en tiempo presente. Por eso la pausa es una medida terapéutica.

Al final de cuentas quizás la mejor pregunta que nos podemos hacer es la que intuitivamente nos hacemos desde siempre: ¿cómo te sientes?

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