¿DMT al aire libre?
- Ana Mata
- Nov 2, 2017
- 5 min read

La danza movimiento terapia (DMT) es una disciplina que se interesa por el uso del movimiento con fines terapéuticos. La potencia contenida en este interés central hace que la DMT se aplique en campos de acción muy variados y que sus intervenciones tengan estilos tan únicos como quien las propone. Entonces, se podría decir que la diversidad de las formas que adopta la DMT son una parte constitutiva de la misma, un rasgo que da cuenta de su identidad.
A pesar de lo anterior, salta a la vista el que normalmente los encuentros de DMT se lleven a cabo en espacios cerrados. Las aulas, los consultorios y las salas de ensayo suelen ser algunos de sus escenarios principales. Quizás esto tenga que ver con que el uso del movimiento que nos planteamos como danza movimiento terapeutas es, justamente, terapéutico y que lo terapéutico, a su vez, se asocia a una cualidad vinculada a la intimidad, a lo privado, a lo propio. Esto no quiere decir que lo terapéutico sea algo que se construye en solitario (puede construirse en duplas, triadas y demás configuraciones grupales), pero sí que se construye hacia adentro.
Teniendo eso en mente, surge el preguntarse si se puede hacer DMT es espacios abiertos. Y no tanto si se puede hacer (ya que poder, se puede), sino, qué tanto podríamos seguir diciendo que eso que se propone en un espacio abierto sigue siendo DMT. ¿Dónde estaría el límite que define a la disciplina? ¿Salir a la calle sería cruzarlo?
Esta pregunta por el afuera surgió de una discusión entre colegas. La mayoría trabajamos como danza movimiento terapeutas en instituciones de salud; hospitales, comunidades terapéuticas, centros de día. Hacer DMT en esos contextos suele implicar trabajar con personas que se encuentra siempre -o una gran parte del tiempo- adentro. Esta diferencia marcada entre el adentro y el afuera del espacio institucional hace que se fortalezca una barrera imaginaria y simbólica que se vuelve notoria. Un caso puntual de lo que genera esta barrera se puede describir en las situaciones que viven las personas en procesos de reinserción (presentes en dispositivos como el del centro de día o la comunidad terapéutica). Ahí, en esa instancia del proceso, suelen aparecen sentimientos encontrados, como, por ejemplo, expectativa y angustia ante la idea de relacionarse con el afuera.
Empezamos a jugar con la idea de que la DMT, al ser una disciplina interesada en el movimiento corporal, tendría que poder hacerse en cualquier lugar y que, además, tendría que aspirar a brindar herramientas concretas para la vida cotidiana que acontece también -o acontecerá luego de la reinserción- en los espacios públicos.
Entonces, concretamente, nos interesó ver si era posible pensar estrategias de DMT al aire libre para personas que estuvieran haciendo experiencia en una institución de salud. Naturalmente, no se puede generalizar y pensar que estas intervenciones en el exterior podrían formularse para todas las personas pertenecientes a todas las instituciones. Sin embargo, como se dijo, hay dispositivos que cuentan con momentos específicos durante el tratamiento donde las personas tiene la posibilidad de salir y que, por lo tanto, podrían llevar a cabo los encuentros de DMT en un patio, o en una plaza, por ejemplo. Se aclara que la idea de hacer DMT en un espacio público no tiene que ver con presentar el encuentro a otras personas sino, más bien, poder ir trabajando con los estímulos incontrolables que nos provee el afuera, por un lado, e ir viendo si es posible sumar herramientas de la DMT -como facilitadora de una mejor integración psicocorporal- a la vida cotidiana de las personas, por el otro.
La DMT es una práctica; es decir, la manera de saber si una propuesta funciona es probándola, pasándola por el cuerpo. La inquietud por el afuera quedó pendiente y, un tiempo después, utilizamos la excusa de tener que gestionar un encuentro de DMT para una clase de la Maestría, para proponer una experiencia al aire libre entre colegas. Una suerte de pequeña investigación-acción.
La investigación-acción consistió en proponer una experiencia de DMT para danza movimiento terapeutas en una plaza. Las consignas fueron sencillas ya que la calle ofrece muchos estímulos incontrolables que queríamos aprovechar. La experiencia inició en la sede de la Universidad donde cursamos los sábados. De ahí, caminamos seis cuadras y llegamos a una plaza que habíamos seleccionado previamente. La consigna durante el trayecto era registrar los apoyos y ver si los estímulos modificaban algo de ese registro. Una vez en la plaza invitamos a sostener la sensación que nos había dejado el traslado para después encontrarnos en este nuevo lugar. Propusimos estar disponible para ver si había algún lugar en el espacio que le sentara mejor a cada uno y en ese lugar permitir que los estímulos que más llamaran la atención afectaran el movimiento propio. Para concluir la experiencia, dejamos tizas en el centro del espacio que invitamos a utilizar libremente a modo de cierre.
Algunas producciones con tiza en el piso
Al final de la experiencia, compartimos lo que había suscitado en nosotros/as. Las devoluciones fueron muy interesantes desde el punto de vista personal y profesional, y pudimos hablar sobre la percepción de las ventajas y desventajas que podría tener una intervención de este tipo. Se discutieron algunos puntos a fortalecer pero, en general, la experiencia fue placentera y positiva para el grupo.
A modo de conclusión sobre esta acotada investigación-acción, me animo a decir que sería útil perderle el miedo al afuera por considerar que en él es más difícil construir encuentros íntimos o terapéuticos. En vez, como danza movimiento terapeutas, podríamos pensar la manera de ser ambientes en el sentido más literal de la palabra. Es decir, poder proponer con nuestra presencia y estando en presencia del otro que se mueve, un espacio de intimidad y de posibilidad de despliegue a pesar de encontrarnos en un espacio público; como una burbuja que sobrevive al caos citadino o que puede hacer una pausa en medio del mismo.
La posibilidad de incluir el trabajo con estímulos incontrolables externos con personas que estén en un proceso terapéutico abre muchísimas posibilidades de construir un puente entre el afuera y el adentro. Una experiencia regulada que permita el encuentro con lo incontrolable de la vida no sólo puede ser muy enriquecedora y además toca un punto que es de interés para la DMT: la posibilidad de distinguir el "moverse" del "ser movido".
Pero, por supuesto que esta es una discusión que abierta y susceptible a refutación, diálogo y mucha experimentación.
***Va un agradecimiento súper especial a mis compañeras y compañeros sin quienes esta reflexión/acción habría sido imposible***
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